Misión y visión

30 enero, 2019

Por: Ana Teresa López De Llergo

En la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, Su Santidad hizo ver a los jóvenes que todos tienen una misión, una llamada, una encomienda que Dios tiene para cada uno. Hay que descubrirla y responder a ella. Aunque los coloquios estaban dedicados a la juventud de hoy. Todos hemos pasado por esa etapa, y todos tenemos nuestra llamada.

Si no nos habíamos dado cuenta de que nuestras decisiones tienen un trasfondo de originalidad, es el momento de reconocerlo. Aunque haya actividades semejantes en distintas personas, cada una la realiza de manera muy personal, además, los destinatarios no son los mismos, ni el impacto que producimos es igual al de los demás.

Por lo tanto, lo que se nos pide es aportar nuestras cualidades y nuestra preparación en todo lo que vamos realizando. Todo lo sencillo y pequeño, nos prepara para cuando tengamos que hacer algo más elaborado, difícil o costoso. Esto nos hace ver que nuestra misión tiene un inicio pero no queda allí sino que a partir de ese momento habrá una cadena de actividades.

Por lo tanto, la respuesta afirmativa a la misión se inicia en un primer sí, pero después de ese hay una demanda de muchos sí que completen el primero. Durante nuestra vida hemos de asegurarnos de que esa cadena de respuestas afirmativas entrelazadas son las que forjan positivamente nuestra personalidad. Esta convicción ha de fortalecer nuestra misión. Porque también se corre el peligro de dejar inconclusa esa tarea y engancharse en otra.

La visión tiene entonces una función muy importante para la realización de la misión. Pero la visión requiere una serie de características. En primer lugar, la visión ha de reconocer a la misión como la tarea propia e ineludible, la mejor. Así se cuidará sin modificarla ni sustituirla, valorándola tal cual se ha recibido y tal cual se ha puesto en marcha.

La visión que no ayuda es la que no está satisfecha  con la propia persona ni con la actividad que se espera de ella. Este descontento íntimo hace mucho daño y lleva a la negligencia o a la infidelidad. Por lo tanto, este tipo de visión se combate con el acoplamiento alegre y voluntario con la misión. Esto lleva a aceptarse y aceptar el encargo depositado en cada uno. Esto forja personas que colaboran con otras sin envidias ni insatisfacciones. Cada uno feliz con quien es y con lo que hace.