¿Cómo derrotar a un gran campeón de box de Estados Unidos?
Por: Raúl Espinoza Aguilera
A menudo la virtud de la fortaleza se relaciona con la fuerza, el vigor, la robustez. Pero no todo es “fuerza bruta” o simplemente un “impulso vehemente”.
Tal es el caso del boxeador alemán, Max Schmeling (1905-2005), quien fue campeón del mundo de los pesos pesados. A lo largo de su brillante carrera venció a sus contendientes en 56 combates, de los cuales 40 fueron por nocauts.
Todo iba muy bien en sus encuentros realizados en los diversos países de Europa para el talentoso deportista, hasta que en 1935 le propusieron la oferta de boxear contra Joe Louis (1914-1981), apodado el “Bombardero de Detroit”. En la impresionante y espectacular carrera de este boxeador norteamericano, de 15 peleas que había tenido hasta ese entonces, consiguió 15 victorias y nada menos que ¡12 por nocauts!. Derrotó a destacadas figuras de la talla de Primo Carnera, King Levinsky, Gus Dorazzio, Max Baer…
De inmediato, Max Schmeling se percató que se enfrentaría a un contendiente de mucho cuidado. Es más, sabía que Joe Louis era superior a él, en fuerza, técnica y juventud, y que probablemente lo derrotaría, como ocurrió años después, en 1938. Y, por lo tanto, además de entrenarse con asiduidad y constancia para su importante combate, quiso estudiar detenidamente todas las peleas de Joe Louis en películas, auxiliado de la asesoría de su entrenador.
Al concluir su detenido estudio, llegaron a un descubrimiento importante: Joe Louis tenía un pequeño pero importante defecto al combatir: al tirar su golpe derecho, bajaba completamente el brazo, y solía descuidar su guardia de defensa, quedando a merced del contragolpe del contrincante.
Así que aquel histórico 19 de junio de 1936, en el Yankee Stadium de Nueva York, Max Schmeling empleó con inteligencia su disparo a esa zona que Joe Louis dejaba sin protección. El resultado fue que, pese a todos los pronósticos de los comentaristas y las apuestas, el pugilista alemán derrotó a Louis en 12 asaltos.
Sin duda, es un admirable ejemplo de cómo la virtud de la fortaleza puede ir unida al estudio juicioso, a la adecuada estrategia, a pedir la opinión de los demás, a la capacidad de observación e inteligencia y a la sagacidad para derrotar a un adversario notablemente superior.
Después, Adolfo Hitler quiso manipular a Max Schmeling para que se uniera a la causa del nacionalsocialismo, pero este atleta al darse cuenta de la cantidad de injusticias y atropellos que cometían los nazis, prefirió mantenerse completamente al margen, dejando una huella de hombre íntegro y honrado.