
Con madurez y criterio podemos resolver los problemas
Comienza a manifestarse el criterio cuando sentimos que nuestra preocupación es cada vez mayor por los demás que por nosotros mismos. Madurez en lo espiritual, en lo familiar, en lo profesional y en las relaciones sociales. La madurez va unida al criterio.
Para adquirir criterio necesitamos preguntar y aprender de los demás, y sacar experiencia de las cosas y de los acontecimientos negativos y positivos.
La capacidad de valoración y de juicio, aumenta en proporción a la profundidad de juicio de la persona y a la seriedad con que afronta la vida. De nada nos sirve lamentarnos de las cosas que van mal, porque siempre es posible mejorarlas.
Han perdido la capacidad de juicio: los que se pierden en detalles, los que viven fuera de la realidad, los que no hacen nada, los que hacen demasiado y los que se les va el tiempo en cosas que no son necesarias.
Los signos de quien posee un buen criterio siempre llevan el ingrediente de la veracidad. Las cualidades de su crítica es que ésta es positiva, constructiva, amable y oportuna. Es una crítica respetuosa que salva a las personas y a sus intenciones. Por la sencilla razón de que es necesario amar a los demás como uno se ama a sí mismo.
Los límites de la capacidad de criterio residen en la ley natural y la ley divina.
Existen diversos tipos de juicios:
- La crítica del fracasado: querría arrastrar a todos en su propio fracaso.
- La crítica irónica: mordaz, ligera, superficial: más se parece a una burla que a una crítica lógica.
- La crítica del envidioso: es ridícula y vanidosa.
- La crítica del orgulloso y avasallador: es despiadada, formada con los peores ingredientes.
- La crítica del ambicioso: es desleal, porque tiende a iluminar su persona con menoscabo de los demás.
- La crítica del sectario: es apriorística, parcial, injusta y mentirosa.
- La crítica del ofendido: es amarga y punzante.
- La crítica del honrado: es constructiva.
- La crítica del amigo: es amable, positiva y oportuna.
- La crítica del cristiano que practica: es santificante.
La persona con criterio: respeta a la persona y sus intenciones; no juzga ni critica a quien no conoce.
Expresar un juicio, formular una crítica, supone el perfecto seguimiento en todos los aspectos: seriedad, rectitud, justicia, veracidad, etc. de lo que es objeto de atención.
El juicio del superficial: habla de lo que no conoce; se apropia de la crítica que ha oído decir a otros, sin tomarse la molestia de verificarla. El juicio del ignorante: es siempre injusto y funesto. El que no hace nada: no recibe ninguna crítica
El crítico con rectitud de intención: se expresa con caridad, y desea del bien de los demás. Asegura a su crítica todas aquellas buenas cualidades, con la que debe estar adornada.
Defenderse de la crítica injusta y mala es virtud y hasta un deber. Pero también puede ser algo muy positivo no decir nada, porque la verdad se impone siempre. Aceptar la crítica buena, es prueba de sabiduría.
Es necesario saber-dejarse-decir las cosas: con alegría y con agradecimiento. El que aprende a escuchar y preguntar, llegará muy lejos con sus talentos. Tener siempre presente que las cosas que hacemos mal: se pueden corregir y hacer mejor.
El que hace algo casi siempre es criticado por algunos, aunque no por todos. Es importante no hacer caso al “que dirán”: sobre todo de la crítica envidiosa, superficial, etc.
Ese que hace algo positivo, aprende a hacer las cosas mejor porque todo es mejorable. Los que disfrutan resolviendo problemas, saben que las crisis nos hacen más inteligentes.