De Mujer a Mujer
¿Cómo y cuándo adquirimos el título de propiedad sobre las personas?
No estoy segura cómo ocurre esto en nuestras vidas, pero, en no pocas ocasiones, actuamos como si fuera posible constituiros en propietarias de las personas… Ante esta situación cabría preguntarnos: ¿Por qué y para qué nos funciona tratar de adueñarnos de las personas, de sus decisiones y vidas? Suele entonces aparecer una dolorosa e inquietante respuesta:
Pretendemos hacerlo porque cierta soberbia cimentada en un gran ego, nos hace pensar que contamos con conocimientos que derivan de nuestra experiencia de vida para opinar, sobre todo, aconsejar, hacer ver lo que otras personas no ven y, consecuentemente, marcar rutas y caminos.
Probablemente y, muy probablemente, nuestra experiencia y conocimientos sean ciertos y valiosos, sin embargo, ellos, de ninguna manera, nos conceden el título de propiedad sobre nadie más que – de algún modo – sobre lo que hagamos de nuestra vida de la que, definitivamente, somos responsables.
Hoy está muy de moda el término “soltar” que me parece resultaría interesante sustituir por el verbo “amar”. Y es que si amamos respetamos la libertad de los demás, los aceptamos como son, acompañamos en el camino sin juzgar los pasos, sólo amamos…
Esto, cuando somos madres tiene todavía mayor relevancia pues entender que ni siquiera los hijos son nuestros implica un trabajo profundo que nos debiera llevar a comprender que esos seres maravillosos no nos pertenecen, que tienen derecho a una educación, a ser amados pero que no gozamos de ningún derecho de propiedad sobre ellos, por el contrario, es por amor que existe la obligación de encauzarlos y sembrar semillas que abran la posibilidad de que, con sus decisiones, generen frutos en el campo de la libertad que es el único ambiente propicio para vivir y crecer…
Existe cierta tendencia a aprender cómo cuidar más nuestro cuerpo, salud y adquirir la posibilidad de gozar más años de vida siempre placenteros y con menos arrugas…Maravilloso me parece tomar conciencia de ello siempre y cuando no perdamos de vista el mantenimiento que también debemos dar a nuestro espíritu que, en el proceso de dignamente envejecer, nos ayudará a conjugar, en todos sus tiempos, el famoso verbo “soltar/amar”.
Quiero invitarte no sólo a que soltemos sino a devolver lo que no nos pertenece, a regresar con amor y en amor esas vidas que no estamos llamadas a controlar.
Para devolver lo que no es nuestro se requiere de mucha fe, esperanza y caridad. Fe para creer, esperanza para confiar y caridad para respetar. Ahora bien, devolver lo que no es nuestro de ninguna manera implica olvidar ni abandonar… Mujer, no olvidemos que somos dueñas de algo muy grande:
La oración que nos permite, si no controlar, sí platicar y pedir por quienes amamos y a quienes en amor decidimos respetar… y así, Dios que, sin duda, sabe más que nosotras nos escuchará, sanará aquello que nos inquieta/duele y además, ten por seguro, resolverá para el más alto bien de quienes amamos pero no nos pertenecen, todo lo que pendiente de resolución quizá está.
Y es que es preciso que recordemos esta promesa:
“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez le da una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?”
Y sí, ahora que devolvamos con amor lo que nunca fue nuestro recuerda esta otra Regla de Oro:
“Todo lo que querías que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos; esta es la Ley y los Profetas.”
Hoy te invito a que me acompañes a amar y devolver lo que no nos corresponde no sin antes pedir perdón a todos aquellos que padecieron de algún modo nuestro pretendido control estando conscientes de que la mejor manera de repararles el daño es devolviéndoles su vida con amor y poniendo la misma en manos de Dios que los creó.