Saber-Dejarse-Decir: Una Cualidad Esencial del Líder

6 febrero, 2024

Son muchos los que pueden llegar a ocupar un cargo con mando de gentes, y cuando terminan, dejan las cosas peor que cuando llegaron a ocuparlo. Los listos y diligentes lo suelen retener hasta terminar el nombramiento; lo entregan más o menos como lo recibieron. Pero los prudentes y sensatos, son los que gobiernan y “sacan el buey de la barranca”.

 

Los primeros se comportan como las veletas en los tejados, se mueven al son de cualquier viento y en vez de buscar lo que a la comunidad le hace falta, se ponen a pensar en los términos de que resulta muy gratificante recibir alabanzas y aplausos, que, aunque de duración efímera les hacen exclamar: “! Qué bueno es esto de estar en el candelero ¡”.

 

En este primer grupo, se incluyen, a los que intuyen la existencia de algunos problemas inherentes a su cargo, pero se asustan y molestan cuando se los comunican. Prefieren desconocerlos a afrontarlos.

 

El segundo grupo, es el de los listos y diligentes, que se han planteado y respondido a sí mismo preguntas como: ¿Qué voy a conseguir con este nuevo empleo? ¿Qué deseo alcanzar? ¿A dónde quiero ir?  Se proponen objetivos que valen la pena, en servicio del interés general de la comunidad, más les falta comprensión de la situación y valor para anteponer los fines de servicio a los demás que persiguen.

 

Creen saber lo que quieren, pero en realidad lo que les falta es aprender a escuchar a la gente. Son como flechas que no dan en el blanco.

 

Al tercer grupo, el de los prudentes y sensatos, pertenece poca gente. Son como linaje escogido, pero ellos no se sienten así. Saben bien que no pueden bastarse a sí mismos y que requieren siempre ayuda de otras personas, sobre todo antes de tomar decisiones.  Esta actitud la han vivido los grandes estadistas y muchas otras personas.

 

Se cuenta que Alejandro Magno, cuando daba audiencia, solía taparse una oreja con la mano. Preguntándole una vez por la razón de tan singular conducta, contestó:

 

-Es que guardo la otra oreja para el acusado.

 

Alejandro Magno solía admitir juicios certeros y clarividentes, porque sabía-dejarse-decir: Seguía el ejemplo de los ciegos que no dan un paso sino hasta que tantean el terreno con su bastón: No por miedo a cometer errores, ya que cualquier decisión puede ser equivoca, sino para estudiar los problemas en profundidad, las posibles maneras de actuar y las consecuencias que podrían surgir de cada proceso. Seguía el camino que más le prometía e iba hacia adelante. Si hubiera esperado hasta estar absolutamente cierto y seguro de que podría edificar un imperio, nunca hubiera conquistado el Asia.

 

Para un auténtico líder constituye una nota de excelencia contar con otras personas que puedan ayudarle, de las que sepa aconsejarse. Necesita escuchar a las diversas partes, hasta formarse un juicio propio que le pueda servir para asumir una decisión objetiva, sencilla y eficaz.

 

El aprender de los demás, el saber-dejarse-decir, implica una disposición de buscar sinceramente la verdad y de mostrar una docilidad activa una vez descubierta.

Siempre he pensado que un buen líder para desempeñar bien su cargo, necesita poseer los conocimientos morales para no caer en el maquiavélico vicio de “el fin justifica los medios”. Porque, entonces, cualquier tonto podría ser directivo.

 

Hay que huir de los escrúpulos y de la timidez o vacilación de juicio. Es preciso formarse un criterio recto y verdadero de las personas y de las cosas.

 

Tras de haberse formado un criterio, lo lógico será que impere, que mande, que dé vida a un proyecto, que construya el futuro.

 

Algunos líderes incapaces pasan su mandato quejándose de que los demás no les entendieron y no los escuchan.  La causa reside en que se centraron   -por encima de casi todo- en mejorar su imagen y cambiar su mala fama, descuidando los problemas reales.

 

Olvidaron escuchar a los demás y no han sido dóciles a ese saber-dejarse-decir las cosas, para adquirir una visión acertada y resolver de raíz los problemas