ECOS DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD EN PORTUGAL (2023)
¿Cuándo y quién inició la Jornada Mundial de la Juventud? El Papa Juan Pablo II (actualmente santo) fue el impulsor de esta iniciativa. Fue en el Año del Jubileo (1983-1984), declarado Año Santo de la Redención, cuando se concentraron en Roma la sorprendente cifra de más de 300,000 jóvenes en la Vigilia del Domingo de Ramos de 1984.
Me parece de justicia y en honor a la verdad hacer notar que ante iniciativa del Santo Padre existía un ambiente de crítica y pesimismo -aun en la misma Ciudad Eterna- aduciendo que la juventud de ese entonces estaba muy descristianizada y que un encuentro de jóvenes con el Papa resultaría un soberano fracaso.
Pero ya conocemos la personalidad de este Romano Pontífice santo que, venciendo ese mal ambiente en su contra supo, remontarse y organizarse bien. En primer lugar, pidió el apoyo de todas las diócesis de Italia, así como de diversas Instituciones de la Iglesia. Y la entusiasta y calurosa respuesta no se hizo esperar.
De este modo, el optimismo y la esperanza volvió a toda la cristiandad. Porque si algo caracterizó a San Juan Pablo II fue “romper esquemas” y echar fuera miedos y complejos, con su célebre frase desde la toma de posesión como Romano Pontífice: “¡No tengáis miedo!”.
En esos años, el Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, era el Cardenal argentino Eduardo Pironio (junto con varios asesores), y se le reconoce, por encargo directo del Papa, como el grandes propulsor de la Jornada Mundial de la Juventud.
Se trataba de darle un carácter universal e institucional. Es de imaginarse el trabajo titánico que supuso convocar a todos los Obispos, Superiores de órdenes religiosos, etc.de los cinco continentes para que colaboraran en este gran desafío.
En palabras de su venerable sucesor, el Papa Benedicto XVI: “El objetivo es que los jóvenes tengan un encuentro con una Persona, el Hijo de Dios Encarnado”. Es decir, que tuvieran un encuentro personalísimo con Jesucristo.
¿Y cómo sería ese encuentro con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad? Mediante los Sacramentos, principalmente la Confesión o Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, asistiendo a la Santa Misa y recibiendo la Sagrada Comunión.
La sorpresa fue mayúscula cuando el Papa Juan Pablo II fue de los primeros en sentarse a Confesar. Con lo cual los siguientes Papas, Cardenales, Obispos, sacerdotes y religiosos le imitaron.
También se rezó el Vía Crucis en vivo; otros jóvenes (de ambos sexos) llevaron una gigantesca cruz de madera y la colocaron muy cercana al Altar.
Caso especial merecen los testimonios de conversión a la fe, o bien, la llamada a seguir enteramente a Cristo. Tengo muy grabada en mi mente el caso de un profesionista, Ingeniero Civil, que manifestó su inquietud por seguir a Jesús de por vida. También el de otra joven Arquitecta, “que dejándolo todo” (como los primeros Apóstoles) externó su vehemente deseo de ser religiosa, y así sucesivamente fueron manifestando su anhelo de vivir solo para Cristo muchos otros jóvenes.
Las siguientes Jornadas fueron una en la patria del Cardenal Pironio, Argentina. Las siguientes serían en Santiago de Compostela (1989), en el Santuario de Czestochowa (1991), en Denver (1993), en Manila (1995), con su eficaz desempeño el Cardenal Pironio se convirtió en el responsable de estas jornadas. Hubo otra en París.
En el Jubileo del Año 2000, tenida en Roma, asistieron más de 2 millones de personas. Fue cuando se le dio el calificativo a Juan Pablo II: “El Papa de los Jóvenes”. Luego vino la Jornada de Toronto.
El Papa Benedicto XVI fue recibido con jubilo en su tierra natal Alemania. Concretamente en Colonia. A continuación, fueron en Sydney, en Madrid y Río de Janeiro. Con el lema: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mateo 28, 19).
En Lisboa, Portugal, me impresionó el cariño con que fue recibido el Papa Francisco y él correspondió a esas manifestaciones de afecto: recibió muchas flores de los niños y les correspondía con un tierno abrazo; pudo besar la frente de muchos bebés; por las calles había miles y miles de personas luciendo banderas de numerosos países y saludándolo con gran aprecio; bendijo crucifijos, imágenes de la Santísima Virgen María.
También Confesó a muchos jóvenes y la silla de ruedas en ningún momento fue obstáculo para sus comparecencias y traslados.
Una visita sumamente importante fue ir a rezar al Santuario de la Virgen de Fátima, acompañado por miles de jóvenes. A la juventud se le veía orando, rezando el Rosario, muy unida al Santo Padre.
En lo personal me conmovió esta escena. Porque no fueron a “curiosear o a perder el tiempo”, sino que estaban bien metidos en su diálogo con la Virgen, se les veía piadosos y conscientes que acompañaban al Papa en este trascendental encuentro.
Sus palabras casi de despedida fueron conmovedoras: “En la Iglesia hay lugar para todos. No tengan miedo, sino coraje, sabiendo que estamos bien protegidos por el inmenso Amor que Dios nos tiene”.