LA ALEGRÍA DE LA SANA AUTOAFIRMACIÓN
Vivir quiere decir enfrentarse a dificultades. Y enfrentarse a dificultades es lo natural: este afrontar la realidad es quizá el primer acto de alegría en la vida. Porque o estamos siempre alegres o nos aniquila la tristeza.
“Dormí y soñé que la vida era alegría: desperté y vi que la alegría era servicio. Serví y descubrí que en el servicio se encuentra la alegría” (Rabindranath Tagore). Por eso, admitir que podemos tal vez estar un momento triste es un acto de madurez, pero admitir la tristeza como hábito, nos lleva a la autodestrucción. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y Dios es infinitamente alegre, que reparte sus dones a quienes lo tratan y están abiertos a la voluntad de Él.
Es preciso tener objetivos y esforzarse por alcanzarlos, y ello implica trabajo. Y el trabajo solemos asociarlo con el esfuerzo, con el dolor del aprendizaje., pero también con el gozo y la felicidad, porque significa multiplicación de los talentos, forja de la personalidad, fuente de sustento, contribución al progreso de la humanidad, servicio a los demás, poder para vivir satisfactoriamente y sobre todo oportunidad para tratar a Dios.
Con el trabajo, construimos nuestro futuro, de tal modo que el trabajo bien hecho, viene a convertirse en nuestro principal capital. Más aún, lo que hacemos en el presente eso cosecharemos. Por eso, no tenemos en el mundo otro deber que la alegría, que viene de un trabajo hecho cara a Dios.
Es preciso responder a las dificultades con actitudes equilibradas: amor, lealtad, sabiduría, firmeza, paciencia, orden, constancia, fortaleza, prudencia, olvido de sí, etc. Por ello, el trato con Dios, es el ojo del alma. Recuerde que somos hijos de Él y que Él nos dará las fuerzas que necesitamos.
El trabajo implica un buen manejo del tiempo, de tal modo que hagamos más con menos recursos. En muchas ocasiones se comienza a trabajar con lo que se tiene, sabemos que pronto vendrá la multiplicación a causa de nuestros esfuerzos.
Paradójicamente, las personas que objetivamente no tienen tiempo, son las que sacan tiempo para todo lo que implique mejora personal o ayuda al prójimo. Tal parece que el prejuicio psicológico de pensar siempre en los demás y su generosidad las hace eficaces y felices, es decir: alegres.
No postergan sus deberes ni compulsivamente posponen las cosas. Estas personas alegres: prevén, planean, llevan a la práctica lo planeado. Saborean el éxito. Porque se les pega la gana, eligen lo positivo, como actitud profundamente arraigada. Se sienten satisfechas, dueñas de sí, guías de su propio destino. Confían en el prójimo, por ello pueden delegar en otras personas y llegar a más.
Sus emociones positivas, les ayudan a reafirmarse en la realidad, a desear el bien de los demás. El afrontar la realidad es una medicina para la persona alegre. La cual no conoce el desánimo por situaciones de pérdida. Ven la “muerte” al servicio de la vida.