NECESITAMOS UN AUTÉNTICO HOMBRE DE ESTADO (II)
La apariencia ya no funciona. Cubrir las exigencias de un auténtico hombre de Estado, implica una formación excepcional, tan extraordinaria, que solo muy pocos mexicanos, están adecuadamente capacitados para dirigir a México hasta su alto destino.
En el entendido que para asumir el poder se necesita del convencimiento de los gobernados, manifestado mediante los votos, de modo que la relación gobernante-gobernado se realice sin violentar la verdad y la libertad de los ciudadanos y sus asociaciones políticas, económicas, sociales, religiosas, etcétera. Desear locamente el poder por el poder, sólo provocaría que los mejores proyectos de nación fracasen, se doblen como un churro, porque no hubo personas capaces.
No basta con conocer los mecanismos necesarios para llegar al poder y permanecer en él. Sólo con autenticidad, se llega a conocer efectivamente ese bien común, de cuyo respeto y defensa dependen la concordia entre los gobernantes y los gobernados; la humanidad de las decisiones, el respeto a la libertad de la persona, la unidad del país.
Además, el gobernante debe ser un hombre capaz de comprender el mundo de las ideologías, sin caer en la ingenuidad que estas son una panacea, es decir: Que solo basta aplicarlas, para que las cosas salgan. Se alcanzan las metas con trabajo eficaz, ordenado, constante, que dignifique al hombre. Esta actitud implica superar el miedo, siendo conscientes de que el hombre no está sólo: Dios está con él.
Si no fuera así, el dirigente quedaría atado de manos por los expertos que le asesoren en los aspectos que no domine y, en la práctica, dejaría de ejercer el gobierno. Y la obediencia del ciudadano convencido se resentiría, por los defectos dañinos que provoca todo desgobierno.
La formación del próximo mandamás tiene que ser integral. Debe ser una persona que cuide y domine todos los aspectos, por muy complejo y arduo que le resulte hacerlo así. Y que tenga la humildad de reconocer sus errores (que cosa tan bella), y corregirse.
El ciudadano que no ejerce el poder es sumamente difícil de contentar, y para mantenerlo feliz, el gobernante necesitará ser sensible no solo a las materialidades más apremiantes, sino crear las oportunidades para hacer que las gentes hagan lo que deben hacer. Pero, es importante decirlo, el próximo gobernante tendrá que abrir incontables cauces para construir e influir con ideas sensatas. No olvidemos, que se aprende más escuchando, que imponiendo.
Más aún, el próximo Presidente requerirá -más que nunca- ser un gobernante con deseos de autenticidad, de veracidad, de perfección. De lo contrario, los corruptos lo tratarán al antojo de ellos. Hoy, más que nunca, el candidato electo requerirá esforzarse por ser un auténtico hombre de Estado. Pedir consejo, para entender las necesidades y opiniones ajenas, para ver la realidad con la mayor objetividad posible, y actuar en consenso democrático.
Recordemos que los buenos conductores de Estados, no se han elevado a la categoría de “grandes hombres”. Dice un adagio chino: “Dios libre a los pueblos de los grandes hombres”.