APRENDER A NO TENER MIEDO PARA HACER EL BIEN
Autor: Gabriel Martínez Navarrete
Ante el covid o cualquier otra amenaza, en vez de miedo, conviene que descubramos de nuevo el espíritu de la esperanza y la confianza, porque todos hemos dicho ya basta de miedos. Hemos de abrirnos a la esperanza.
La esperanza no es un optimismo vacío que nace de la confianza ingenua de que el futuro será necesariamente mejor que el pasado. La esperanza y la confianza son las premisas de una actitud responsable, y se nutren en el santuario interno de nuestra conciencia, en la que cada uno está a solas con Dios.
Sinceramente nadie puede ignorar la dimensión espiritual y trascendente de la experiencia humana y nunca podría hacerlo sin herir la causa de la libertad humana. Cualquier cosa que reduzca la aspiración del hombre hacia la divinidad, perjudica la causa de la libertad.
Para recuperar la esperanza y la confianza en el mundo, es indispensable recobrar la perspectiva de que ese horizonte trascendente de posibilidades y valores humanos, que son o deben ser una aspiración de cada uno de nosotros.
San Juan Pablo II escribió: “La fe en Cristo no nos impulsa a la intolerancia. Por el contrario, nos obliga a comprometer a los demás en un diálogo respetuoso. El amor de Cristo no nos distrae de los intereses de los demás sino más bien nos invita a asumir la responsabilidad por ellos, a no excluir a nadie y, ciertamente, en caso necesario, a preocuparnos de manera especial por los más débiles y por los que sufren.
Yo soy testigo de la dignidad humana, de la esperanza, de la convicción de que el destino de las naciones se encuentra en las manos de una Providencia misericordiosa”. Estas palabras de san Juan Pablo II, nos pueden orientar a aprender a eliminar el miedo.