PERSONAS CON UNIDAD DE VIDA: SON INDISPENSABLES PARA ENDEREZAR EL PAÍS
En su obra La República, Platón señala los síntomas de la decadencia de un país democrático:
En cuestiones políticas, los ciudadanos aceptan a sus gobernantes sólo porque les permuten llevar a cabo los excesos más extremos y tachan de imbécil a quien obedece las leyes.
En los asuntos familiares, los padres tienen miedo de corregir a sus hijos; mientras que los hijos, para sentirse libres, no hacen caso a sus padres.
En el ámbito educativo, el profesor tiene miedo al alumno, y el alumno repele al profesor por inepto y apocado.
Los jóvenes se manifiestan con aire de ancianos, y los ancianos –retraídos-, procurando imitar a los jóvenes.
Las mujeres toman como propias las indumentarias de vestir de los hombres.
Cuando Platón escribió esto, lo hizo en tono de broma o con el propósito de llamar la atención o de ridiculizar a quienes se comportaban de esas maneras. Lo trazó en tono de broma. Por el contrario, actualmente, son miles los pseudointelectuales que toman como verdades monolíticas las ideas ridiculizadas por Platón.
¿Qué en el cuerpo de una mujer despierta “inoportunamente” una vida? No falta quien proclame el aborto como un derecho de la mujer.
¿Qué los hijos no obedecen? ¡Pues que los padres dejen de mandarles! ¿Para qué hacer la vida imposible con órdenes a los niños?
¿Qué crece el índice de alumnos reprobados y éstos se rebelan contra la exigencia académica? Muy sencillo, que la aprobación sea automática. Es más auténtico el libre aprendizaje, a través del que cada persona edifica su propia concepción de la realidad del universo, del hombre y de su ciencia.
Es claro que estas ideas antidemocráticas son promovidas por gente fanática, que, con tal de hacer un buen negocio, socavan el sentido democrático de la nación.
Multitud de personas se sorprenden frente a estas tesis nada serias. Tal parece que los clientes de ideas tan peregrinas prefieren equivocarse con la masa, que afrontar directa y responsablemente sus actos personales.
Cuando se pierde el espíritu de servicio de un pueblo, es porque se ha sobrevalorado la libertad individual con un menosprecio de la responsabilidad. No basta tener libertad, es preciso usar responsablemente de esta.
Cuando una persona exige algo a la vida, sin preguntarse qué ofrece ella personalmente a la vida, es porque se desentiende de su responsabilidad de servicio para con la familia y con la sociedad.
Por eso, cuando una nación pierde el espíritu de servicio, deja de ser democrática, y da luz verde a una autoridad pública que permite los peores excesos: la dictadura y la corrupción.
El origen profundo de la crisis que afecta al país, hinca sus raíces en la carencia de la responsabilidad personal.. Porque, ¿quién podrá gobernar bien una empresa, una Secretaría, una nación, la propia familia, si antes no se gobierna a sí mismo? Seguramente se actúa así, porque ha olvidado que la verdad es indispensable para que exista la justicia, y que atañe directísimamente a las relaciones humanas.
Por eso, gobernar con justicia exige agotar la verdad, la cual hará prudente al gobernante.
Las grandes crisis mundiales –la crisis mexicana- son, en buena parte, crisis de personas prudentes y veraces. Es claro, que quiénes son gobernados precisan ser informados con la verdad, y responder con una actuación racional y sincera ante los que mandan: sin murmuraciones, sin calumnias; dialogando para superar los malos entendidos.
¡Sólo en un clima de veracidad mutua entre dirigentes y pueblo, podrá atacarse de raíz el mal que consume a México!
Vale más una verdad, que una montaña de mentiras. Las grandes crisis –en concreto la crisis mexicana- más que un problema económico, político y social, se trata de una crisis de hombres veraces: de hombres que carecen de unidad de vida, y que no son personas “de una sola pieza”. Es necesario cambiar…