EL DISEÑO DE CADA DÍA
Actualmente se habla mucho de creatividad, de diseñar artículos para vivir de modo más confortable y bello. También nos gusta encontrar series, películas o lecturas que relaten sucesos -reales o inventados- de un modo atractivo, sorprendente, para atrapar nuestra atención y de ese modo, aprender o descansar.
Estas actividades son esporádicas. Pero tenemos otras que realizamos cada día. Necesarias para realizar nuestras tareas cotidianas, para vivir lo que nos corresponde. Unas son muy personales como la elección de la ropa adecuada, cómo nos organizaremos y qué equipo utilizaremos. Otras las realizamos con algunas personas, en la casa o en el trabajo.
Y ¿por qué no diseñamos nuestra actividad diaria? Si les ponemos nuestro toque de creatividad, las sentiremos más nuestras, e incluso las que no son tan agradables pueden llegar a serlo. También hacer lo mismo con las que realizamos en equipo. Nos ayudamos y viviremos más felices porque aquello tedioso o reiterativo lo hacemos novedoso.
Sabemos que en el núcleo familiar se produce, de manera natural, una influencia educativa. Esa influencia puede ser más profunda y visible, cuando advierten que todos necesitamos de los demás. Lógicamente se enorgullecen si les pedimos ayuda, aumenta el cariño y mejoran las relaciones porque se comparte la esperanza de mejorar un mismo trabajo.
Al colaborar en lo nuestro, los miembros de la familia tienen la oportunidad de conocer actividades a las que no se dedican. Al saberse colaboradores aumenta su autoestima porque acudimos a ellos y tal vez descubran que ese tipo de trabajos les pueden abrir nuevos horizontes. Experimentan la satisfacción de entender mejor a quienes hacen otras tareas.
Cultivamos la solidaridad en quienes nos ayudaron y establecemos otros modos de manifestar los afectos. Estos podrán ser más serios, profundos y desinteresados pues se fomentan intereses comunes, y se suavizan aspectos duros de la vida porque sabemos que alguien de la familia espera que nos hayan ido mejor.