“Escándalo” en el Vaticano

Jorge E. Traslosheros
jtraslos@revistavidanueva.mx

Un consistorio sobresaliente, precedido de un golpeteo durísimo contra Benedicto XVI, marcaron el acontecer eclesiástico en los últimos días. Es imposible no ligar los dos acontecimientos. Lo haremos por partes.

El “escándalo”, armado con filtraciones de documentos fragmentados, dispersos y confidenciales, dirigió dardos a tres sitios. Primero, contra el secretario de Estado Tarcisio Bertone para pintarlo como incapaz, desleal al Papa y “grillo”. Segundo, contra las reformas económicas emprendidas por el Papa y cuyo objetivo, puesto en tinta jurídica a finales de enero, es llevar la gestión de las finanzas del Vaticano y del Instituto de las Obras Religiosas a los más altos estándares internacionales de eficiencia y transparencia. Tercero, para “denunciar” un supuesto complot contra el Papa, seguido de afirmaciones de que se dispone a renunciar dentro de poco.

El objetivo de los ataques disfrazados de escándalo es Benedicto XVI. Le han querido mostrar como un Papa solo, débil, temeroso, ineficiente, nostálgico de la academia (literal). Quien haya seguido la trayectoria de Ratzinger podrá divertirse con tal infundio, pero jamás creerlo. Lo curioso es que, quienes se escandalizan porque los católicos comulgamos con una delgada oblea de pan, felices se han tragado estas piedras de molino.

Federico Lombardi, principal vocero del Papa, fue el encargado de dar respuesta. Lo hizo de manera contundente y oportuna. Señaló cuatro puntos.

Primero, descalificó por “jalada” la versión del asesinato del Papa, así como el burdo chisme de su próxima renuncia. Segundo, confirmó una vez más que, por firme voluntad de Benedicto, la reforma económica no se detiene y, por el contrario, se profundizará hasta alcanzar sus objetivos.

Tercero, cosa de llamar la atención porque no fue mencionado en las filtraciones, Lombardi reafirmó, por si hiciera falta, que la radical reforma emprendida por Benedicto XVI contra los abusos de menores dentro de la Iglesia no se detendrá, por el contrario, se convertirá en parte de la disciplina y formación de sacerdotes, religiosos y religiosas presentes y futuros. No sobraba el comentario. En esos días se celebró, a propósito del tema, un congreso internacional en la Universidad Gregoriana de Roma. Según reportes, fue en verdad trascendente y único en su género a nivel mundial.

Lombardi remató descalificando a los fontaneros de la grilla política eclesiástica donde, dicho sea de paso, juegan rudo. Que nadie se asombre. Judas formaba parte de los doce. No se trata de diferencias con “izquierdas” o “derechas”, con “progres” o “tradis”. Semejante análisis, por desgracia recurrente, resulta ingenuo. Venidos a proteger intereses turbios, nunca falta quien cante las rancheras.

Las reformas no se detendrán. El Papa pisa callos y no falta quien quiera golpear. Visto en perspectiva, reformar ha sido la constante a lo largo de la vida de Ratzinger -contra lo que afirma la conseja mediática- y no hay memoria de que alguna vez se haya amedrentado con el espantajo de los escándalos de laboratorio. Estamos ante un hombre con profundo sentido de la historia. Quienes le atacan no cejarán en su empeño pues sospechan, con tino, que su última oportunidad se la juegan en el próximo cónclave. Han empezado su trabajo contra lo que significa Ratzinger en el lugar que mejor conocen, los albañales. Del consistorio nos ocuparemos la próxima entrega.