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Anunciación.- Llego el día en el que más de 640 mil fieles se congregaron en el Parque Bicentenario en Silao,  Guanajuato, para escuchar la Misa que corresponde al V domingo de Cuaresma, que ofició Su Santidad Benedicto XVI, el Papa que también ya es mexicano. Eran cerca de las 8:30 de la mañana cuando comenzaron los ensayos y las pruebas de sonido.
Fue a las 10 de la mañana con 10 minutos cuando dio inicio la celebración con las palabras de bienvenida por parte del Arzobispo de León, Mons. José Guadalupe Martín Rábago.
La Misa comenzó con el acto penitencial y más adelante escuchamos la Primera Lectura, referente al libro del profeta Jeremías (31, 31-34) que se refiere a la alianza nueva que el Señor hace con la casa de Israel, en la que les dice que no recordará sus pecados.
La segunda Lectura hizo referencia a la carta a los hebreos (5, 7-9) donde Cristo aprendió a obedecer y se coinvirtió en autor de salvación eterna.
El Evangelio fue según San Juan (12, 20-33) que se refiere al grano de trigo que sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo, pero si muere, producirá mucho fruto. El texto dice: el que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
Durante su Homilía, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, aprovecho para agradecer las palabras de bienvenida de parte del Arzobispo de León, saludo al Episcopado Mexicano, a los Cardenales y Obispos de México y de América Latina y el Caribe. Se refirió a la próxima celebración del misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor, por lo que pidió mirar dentro de el corazón, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza.
Invitó a los fieles a pedir a Cristo un corazón puro para que Dios habite dentro de él, a escucharlo y dejarlo interpelar por su palabra cada día, meditándola, en el propio corazón a ejemplo de María. De esta manera crecerá la amistad con el Señor y aprenderá a escuchar lo que Él espera de su pueblo y así también, recibirá aliento para darlo a conocer a los demás.
Dijo que la Misión continental, que llevan acabo todas las diócesis de América tiene el cometido de hacer llegar la convicción a todos los cristianos para que se resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria y a veces fragmentaria e incoherente. Tiene como objetivo también, superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos. En este sentido, el Año de la fe es una invitación a una autentica y renovada conversión al Señor, único salvador del mundo.
Concluyó invitando a pedir a la Virgen María nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente antes de la celebración de las fiestas de Pascua y para que siga acompañando y amparando a sus  hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad.