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Anunciación.- Durante su mensaje de despedida al Papa Benedicto XVI, Felipe Calderón, presidente de México le pidió llevarse la alegría de jóvenes y niños, pero también las lágrimas de quienes ha consolado y de quienes sufren hambre, pobreza o violencia en México, y aunque aseguró que no es un país que esté ni estará desesperanzado, le pidió que siempre abogue por México.
“Lleve también consigo las lágrimas de las personas a quienes usted ha consolado, las cotidianas de quienes padecen pobreza, marginación o violencia”.
Asimismo Felipe Calderón le agradeció que haya fortalecido la concordia y le expresó que México no es un pueblo desesperanzado sino fuerte.
Señaló que los millones de mexicanos que se alegran con su presencia, conservan, desde ahora, el eco de sus palabras con las que ha sembrado una semilla de paz y de esperanza.
“Sé que ahora millones de familias en México redoblarán su esfuerzo para vivir de acuerdo a los más altos valores que muchos mexicanos compartimos con usted, para vivir en paz y armonía, para ver con confianza el porvenir y con esperanza, como usted nos lo ha pedido”.
Por último, indicó que los mexicanos coincidimos con usted en el anhelo de que en cada hogar se fortalezcan los valores de familia, de respeto a la libertad y a la dignidad de la persona, de justicia. Valores sin los cuales no es posible el bien común.
En su mensaje de despedida y con la voz entrecortada, Benedicto XVI aseguró que su breve visita a México le dejo experiencias inolvidables, como inolvidables son tantas atenciones y muestras de afecto recibidas.
“Pido al Señor que tantos esfuerzos no hayan sido vanos, y que con su ayuda produzcan frutos abundantes y duraderos en la vida de fe, esperanza y caridad de León y Guanajuato, de México, y de los países hermanos de Latinoamérica y el Caribe”:
El Papa dijo que fue testigo de gestos de preocupación por diversos aspectos de la vida en este amado país, unos de más presente relieve y otros que provienen de más atrás, y que tantos desgarros siguen causando.
“Los llevo igualmente conmigo, compartiendo tanto las alegrías como el dolor de mis hermanos mexicanos, para ponernos en oración al pie de la Cruz, en el corazón de Cristo, del que mana el agua y la sangre redentora”.
Por último invitó a los mexicanos a hacer un esfuerzo solidario que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos.
Entre aplausos, cantos, gritos, porras y las golondrinas del mariachi,  les dijo adiós a los mexicanos, en el sentido de la bella expresión tradicional hispánica: “Queden con Dios”.