1912-2012: Un siglo sin el Titanic
Sección: Detalles de la historia
El 15 de abril de 2012 es la fecha que marca el centenario del hundimiento del transatlántico Titanic. La efemérides es una magnifica oportunidad para destacar de ella dos aspectos que se suelen mencionar, pero que se los reflexiona poco o sencillamente en nada.
Por principio de cuentas hay que precisar que el portentoso buque hundido el 15 de abril de 1912 fue presentado como inhundible. Había razones de peso para creerlo. Su equipamiento era especialmente diseñado para resistir embates y cualquier percance de cierta consideración, con lo cual hacía pensar que en efecto, la tecnología con la cual fue construido respondería a cualesquiera circunstancias adversas.
Así , por un lado se pensó que ni Dios podría hundir el portentoso buque y que la tecnología era tan invencible, que sortearía todos los escollos y todos los desafíos. Ya podemos adivinar dos lecciones puntuales que nos deja el naufragio más famoso de la Historia.
Acaso el exceso de confianza en la tecnología, vista como capaz de superar al Hombre mismo, perdiendo de vista que es precisamente el Hombre el que la crea, consume a veces junto con nuestra soberbia, cualquier otra concepción de nosotros mismos. Nos impide sabernos capaces de algo, confundimos un logro que nos facilite la vida con lo podamos hacer por nosotros mismos, ya no digamos que obnubila nuestra capacidad para entender la elemental libertad de actuar o el esperanzarnos a que sea la tecnología la que actúe, creyéndonos perdidos sin ella, minimizando o de plano cancelando nuestra voluntad y nuestro particular y edificante esfuerzo personal.
Tal vez era cosa de su tiempo. Creer ciegamente en la tecnología fue una mentalidad que prodigó la Bella Época y el Positivismo, configurando la idea de que el quehacer humano podría ascender sin límites y en efecto, utilizado con inteligencia, desarrollaría lo impensable y aportaría grandes beneficios a la Humanidad. Cierto es que las ideas positivistas aunadas al desarrollo industrial permitieron un avance y un progreso inusitados entre 1870 y el inicio de la I Guerra Mundial, marco en el que se construyó el afamado barco. En ese sentido no faltaban a la verdad. Acaso el error consistió en sobreestimar al Hombre mismo y su entorno, desafiando a Dios.
De manera tal que el segundo error es más interesante, me parece. Al mismo tiempo que ya sus contemporáneos fueron más allá y alardearon de que ni Dios podría hundirlo, del Titanic cuenta la leyenda que así fue presentado: como inhundible. Quizás fue un ardid publicitario o tal vez un simple comentario que se soltó sin pensarlo. Acaso se trató de un torpe desafío de un desaprensivo. Sin embargo, nos mueve a pensar que alguna reacción pudo suceder desde el momento en que el formidable y lujoso barco no resistió el choque contra el iceberg que lo rasgó de manera letal, inundando 5 de sus siete compartimentos de seguridad para sostenerse a flote. El Hombre perdió su apuesta desafiante y audaz.
Cien años después de que sucediera la tragedia que cobró la vida de 1523 pasajeros, uno mexicano, Manuel R. Uruchurtu, es inevitable esa reflexión: que la tecnología no nos ciegue ni nos conduzca a perder lo elemental para no terminar perdiendo el sentido de la vida. Cada cosa en su sitio y más vale que no lo olvidemos.