Anunciación.- “Montañeros o montañeras les dicen a los y a las que huelen mal, a los descalzos, a los que usan guaraches, a los empolvados, a los que no saben hablar bien el español, ni se les entiende, a los prietos, a los chaparros, a los que se sientan en la banqueta a vender sus plátanos, sus quelites, sus montoncitos de frijol de múltiples formas, tamaños y colores, su leña, sus petates, sus ocotes, sus hongos, sus calabacitas, sus ejotes, a los que da pena ver.

Desde mucho antes y aún hoy día, así se expresan los mestizos de quienes bajan de la montaña muy de madrugada, sobre todo los días domingo a invadir sus cabecera municipales, sus banquetas, sus calles encementadas, para tratar de vender lo poquito que cargan en una cubetita, en su rebozo, en una canasta o en una simple bolsa de plástico; a hacer largas filas para tratar, sin tienen suerte, de ser atendidos por las autoridades municipales (Comisariado de Bienes Comunales, presidente municipal o regidores) para que sus problemas sean escuchados, ya que sólo los domingos atienden sus asuntos. Esos productos los traen las mujeres desde sus pueblos que están allá a lo lejos, embarrados en los cerros, confundidos entre el color de la tierra, de allá lejos donde la vista u otros cerros no dejan ver; de allá vienen a pie cargando en sus espaldas durante muchas horas, entre lodazales o polvaredas, entre subir y bajar cerros por las veredas. A veces acompañados por sus esposos o hijos mayores cuando la carga es pesada, como cuando traen pilón o cuando tienen un encargo de sus autoridades comunitaria; pero casi siempre se acompañan de uno o dos de sus hijos y llegan a las cabeceras municipales con la esperanza de poder vender lo poco que les ha dado la tierra, para a su vez, poder comprar un poco de aceite, sal, azúcar o para el trueque con otros hermanos suyos que comulgan con las mismas costumbres y necesidades; y regresar por los mismos caminos y veredas, ahora, entre muchos lodazales y con temor a desbarrancarse, porque ésos mismos caminos son un peligro constante.

Pero el domingo 15 de septiembre a Hueycantenango (lugar de piedras gigantes), cabecera municipal del municipio de José Joaquín de Herrera (uno de tantos municipios de La Montaña que, desde siempre, y quien sabe hasta cuándo, presentan y presentarán mayor índice de pobreza extrema, exclusión, marginación y olvido, y menor índice de Desarrollo Humano en el estado de Guerrero y de la República Mexicana, en las estadísticas de las instituciones gubernamentales y que la realidad lo confirma con creces), no hubo mercado, no aparecieron los montañeros, pues la lluvia constante que cayó desde el sábado 14, no los dejó llegar, se quedaron en sus casas, viviendo una pesadilla que parecía interminable, pues la lluvia no cedía, nada más veían cómo dentro de sus humildes casas se abría la tierra para que surgieran, a manera de manantial, torrentes de agua que en pocos minutos empezaba a destruirlas; el temor, la angustia e impotencia de mujeres, niños, ancianos y hombres los invadió: nada podían hacer para evitar la destrucción, no sólo de sus viviendas, sino también los caminos intercomunitarios se abrían, los cerros se partían y se venían encima de ellos con toneladas de lodo, árboles, piedras, que implacablemente destruían todo a su paso.

Fueron días muy largos, muy tristes para los que tenían poquito para sobrevivir y que al pasar los días, cuando escampó un poco, vieron que ya no tenían nada: la lluvia y el fuerte viento había acabado con sus milpas, con sus casas, y las que quedaron en pie, algunas ya no tenían sus paredes de adobe, la mayoría tenían cuarteaduras: quedaron inhabitables, no podían caminar de un pueblo a otro para saber de su familiares, porque tenían y tienen miedo de que un deslave los arrastre a las barrancas.

De por sí olvidados e incomunicados, sin encontrar respuesta a sus preguntas de qué y porqué la lluvia y el viento se había ensañado con ellos, entonces empezaron a moverse, a ser lo que siempre, durante siglos han hecho para sobrevivir: organizarse comunitariamente, a tomar decisiones en sus Asambleas o dividir el trabajo para, entre todos, levantar sus pocas pertenencias de sus casas, con tristeza a cuantificar los daños sufridos, a apoyarse unos a otros, a solidarizarse con otros pueblos; con esperanza, las autoridades comunitarias salieron a la cabecera municipal para dar cuenta de los daños que habían sufrido sus comunidades, a solicitar ayuda, a hacerse visibles.

La realidad que encontraron en la cabecera municipal aumentó su tristeza, pues sólo les pidieron que regresaran a sus pueblos para que, en unos formatos que les dieron anotaran cuántas familias están damnificadas, cuantas casas sufrieron daños y regresaran a entregárselas para que éllos hicieran directamente las gestiones ante las autoridades correspondientes: lo cierto es que, a la fecha, aún no reciben ningún tipo de ayuda por parte de las institución gubernamentales de los tres niveles de gobierno.

Según el reporte oficial elaborado por el Ayuntamiento de José Joaquín de Herrera, resultan: 29 comunidades afectadas; 1,471 habitantes y 268 familias damnificadas, 268 viviendas afectadas con pérdida total.

Durante los últimos días, estando trabajando dentro de las comunidades con las autoridades comunitarias y recabando los testimonios de mujeres y hombres de las comunidades, viendo la destrucción de las casas, los caminos, las milpas, las enfermedades que empiezan a brotar por todos lados y las innumerables necesidades que día a día van en aumento, no deja uno de constatar fehacientemente la desnudez, inutilidad e inviabilidad de todos los programas federales, estatales y municipales y sus reglas de operación que son aplicados en municipios, como el de José Joaquín de Herrera de La Montaña de Guerrero, donde habitan aproximadamente 15,561 mil habitantes, en su gran mayoría de origen náhuatl; cuya extensión territorial es de 132 mil 41 kilómetros cuadrados; que es beneficiado con la Cruzada Nacional contra el Hambre, que está considerado de MUY ALTO grado de marginación; donde, según los datos del Sistema de Apoyo para la Planeación del Programa para el Desarrollo de Zonas Prioritarias (PDZP) de la SEDESOL, se encuentran 72 localidades que presentan un Grado de Marginación Municipal MUY ALTO, un Grado de Rezago Social MUY ALTO; y según datos del CONEVAL (Medición de la pobreza 2010. Indicadores de Pobreza por Municipio. Estimaciones con base en el MCS-ENIGH 2010 y la muestra el Censo de Población y Vivienda 2010) presentan:

– rezago educativo de una población de 7,261, que representa el 46.66%;

– carencia por acceso a los servicios de salud para 5,557 habitantes, que representa el 35.71%;

– carencia por acceso a la seguridad social para 15,010 habitantes, que representa el 96.46%;

– carencia por calidad y espacios de la vivienda para 10,347 habitantes, que representa el 66.49%;

– carencia por acceso a los servicios básicos en la vivienda para 14,715 habitantes, que representa el 94.56% y

– carencia por acceso a la alimentación para 9, 682 habitantes, que representa el 62.22%.

Como un ejemplo claro de lo que es la realidad y los datos estadísticos oficiales federales de la CONAPO (2005) según la Tasa de mortalidad infantil por municipio, que indica que a nivel nacional es de 16.76%, a nivel estatal de 24.43% y el nivel municipal de José Joaquín de Herrera es de 47.10%, las estadísticas apenas y se acercan a la cruda realidad de estas comunidades aún invisibles.

Cuando uno se pregunta ¿cómo poder ayudar a las 7,336 mujeres en extrema pobreza del municipio de José Joaquín de Herrera? No encuentramos respuesta, pues la impotencia nos invade inmediatamente al sólo ver la relación de beneficiadas del Programa Estatal 2013 Guerrero Cumple con “Madres Solteras” que beneficia de 22 comunidades a sólo 63 mujeres: las estadísticas hablan por sí solas, la realidad también.

Ser indio es sinónimo de “montañero”, pero también de esperanza, de lucha , de historia, de sabiduría, de cultura, de trabajo, de unión, de fortaleza, de solidaridad, de sobrevivencia, de futuro, de asambleas, de ayuda mutua, de pensar y vivir el bien común, de pensar en el otro, en los otros, en entender y adaptarse a las circunstancias desfavorables para levantarse poniendo los pies firmes y la mirada en construir, por sí y para sí, un futuro, otra historia, su historia, sin esperar que nadie de fuera venga a solucionar sus graves problemas ancestrales de alimentación, salud, educación, trabajo y…una lista interminable de necesidades.

Cuando uno anda por la montaña y ve pasar, muy de madrugada, a un grupo de mujeres con su mirada orgullosa al frente, con su caminar rápido, con su fortaleza espiritual a pesar de su desnutrición, que vienen de su pueblo a más de cuatro horas de camino, sin nada que cargar a sus espaldas para vender los domingos en el mercado de Hueycantenango; y por la tarde las ve uno regresar, el mismo grupo de mujeres, con su mirada orgullosa al frente, el mismo caminar rápido, con su fortaleza espiritual, sin nada que cargar a sus espaldas, y sin nada que llevar para sus familias; entonces entendemos que a estas mujeres, a estos niños, a estos hombres, a estos pueblos olvidados: nada ni nadie los va a desaparecer”.

 

Prof. Rosendo Núñez Pérez rosnuper@gmail.com

Coordinador de la Unidad Académica de Hueycantenango, Universidad de los Pueblos del Sur (UNISUR).