Anunciación.- La reputación es la opinión, idea o concepto que la gente tiene sobre una persona o una cosa y esto aplica a todo, incluso a los políticos. La palabra viene del latín “reputatio” que significa opinión que se tiene de alguien o algo. Los sinónimos de reputación son popularidad, prestigio, fama; los antónimos: descrédito y desprestigio.
Mientras que las empresas y los países se esmeran en cuidar su reputación y la gestionan y miden con empeño, algo pasa en la política y muy especialmente en la mexicana que parece haber claudicado abiertamente a merecerla.
Anualmente  The Reputation Institute (RI), una empresa de consultoría de gestión de la reputación con sede en Boston que basa su trabajo en encuestas en línea realizadas entre 48,000 personas  dice que Suecia es n. 1 mundial en Reputación seguido por Canadá, la única nación americana en el top 10. Los siguientes países de América en el ranking son Costa Rica (22),  Perú (23), Brasil (24) y México (43). Estados Unidos, se ubica en el puesto 28 en la lista, entre Polonia y Argentina.
Las empresas cuidan igualmente su reputación y publican sus calificaciones; año con año Bimbo, FEMSA, LALA, aparecen en las tablas de reputación global aunque por debajo siempre de empresas como Disney, Sony, Apple, Lego y Microsoft que suelen ocupar siempre los primeros lugares.
Para los políticos el interés por la reputación es un tema sexenal.
Nuestros políticos quieren a veces improvisar todo y piensan que pintando barcas, contratando espectaculares o con spots de radio y declaraciones de banqueta pueden construirse una buena reputación.
Esas campañas políticas basadas en el ataque al contrario esconden a menudo un proyecto de comunicación pobre y una evidente falta de trabajo y atención a la reputación.
Se acercan períodos electorales fueres y vale la pena reflexionar que la comunicación no es magia y aunque se pueda definir como una ciencia o disciplina capaz de orientar eficazmente las precepciones, no hace milagros y no los hace simple y sencillamente porque la verdad es tan fuerte que siempre, tarde o temprano, sale a flote. Dicho en otras palabras no se pueden cambiar las percepciones sin modificar las realidades.
Cuando uno actúa en contra de lo que defiende o representa tarde o temprano destruye su reputación, lo que a la opinión pública mundial ha significo Lance Armstrong y Bill Cosby, por citar algunos casos, significan en México Bejarano antes y  ahora los Duarte. No se pude navegar con bandera de honestidad sin serlo.
Crear y mantener una reputación en la política no es tarea sencilla pero si posible. Bastaría atender con seriedad el tema y no olvidar que el voto siempre va directamente ligado a la reputación del candidato y del partido. No somos ángeles –y los políticos menos- sin embargo si se gestiona con seriedad y tiempo el manejo de la reputación tanto de los particos como de los candidatos, el triunfo serán siempre más accesible que si no se hace.
No solo se trata de privilegiar la ética de los principios sobre la ética de los resultados sino de elaborar eficaces campañas de difusión en las que se hable de lo que si se hace entendiendo que en términos de comunicación masiva la mugre sale a flote mientras que lo bueno suele permanecer oculto.
Cuando los consultores de comunicación de los políticos y de los partidos puedan estructurar bien las 6 variables de la comunicación – mensajes, audiencias, voceros, medios, frecuencias y tiempos- y alinearlas a la realidad, podrán ver que cambiarán positivamente los resultados en términos de reputación.
Cuando los expertos en sus horas de reflexión y análisis definan bien los momentos de silencio y de ruido, los tiempos de callar y de hablar, los resultados sobre la reputación serán mejores.

@pablomieryteran