Anunciación.- En el mes de septiembre celebramos un paso importante en la madurez de nuestra nación. La independencia para tomar las riendas de la administración jurídica, económica, etcétera; de las relaciones internacionales con los respectivos convenios e intervenciones, y un sinfín de otras cuestiones.
Los pueblos maduran y es preciso que en un momento determinado tomen conciencia de la responsabilidad que tienen de velar por su terreno y por sus habitantes. Pero, un pueblo está formado por cada una de las personas que lo integran. Este aspecto nos interpela a cada ciudadano no sólo a quienes están gobernando. Por lo tanto, el amor patrio no se puede reducir a festejar.
Además, el modo de festejar, para un ciudadano responsable, exige fiestas moderadas. Esto no quiere decir aburridas, quiere decir que el modo de disfrutar no sea a base de excesos para ponerse de buen humor. El exceso provoca deterioro en las facultades, de manera que puede llevar a conducir en estado de embriaguez, caer en fanfarronas y derrochar el dinero que no se tiene, todo eso con perjuicio de la salud o de los recursos familiares o laborales. Y lo peor es que los jóvenes reproducirán ese mal ejemplo.
Tampoco se trata de dejar el cuidado de la patria a quienes gobiernan porque si lo hacen bien necesitarán de la colaboración de todos para administrar con equidad: conservar y hacer rendir los recursos para que todos los disfruten. Si los gobernantes lo hace mal estamos para impedirlo y exigir la reparación y la enmienda, pero esta actividad exige nuestra dedicación
Aunque también hemos de ser sinceros, muchas veces el amor patrio es de dientes para afuera porque cada uno descuidamos los recursos privados o públicos que tenemos. Por ejemplo: aprovechar adecuadamente la luz, el agua, la conservación del inmueble en el que vivimos reparándolo cuando haga falta.
En cuanto a los recursos públicos somos testigos de que los deterioran, por ejemplo manchan los vagones del metro, ensucian los parques… sin darnos cuenta de que eso nos perjudica a todos pues se elevan los gastos de mantenimiento y, eso sale de nuestros bolsillos, tienen que aumentar tarifas.
Por lo tanto, si amamos a nuestra patria vamos a conservar en buen estado los propio y lo ajeno, a dar buen ejemplo a las generaciones más jóvenes, a denunciar con valentía cualquier desorden que en definitiva es un acto de corrupción.