Anunciación.- El 2 de octubre de 1928, mientras hacía un curso de retiro en Madrid (España), san Josemaría Escrivá de Balaguer vio con claridad lo que Dios le pedía: que fundara, el Opus Dei (del latín, la Obra de Dios). Sobre este trascendental suceso, el Papa Francisco ha comentado: “Que precioso ejemplo de la vida sacerdotal de san Josemaría, precursor del Concilio Vaticano II al proponer la llamada universal a la santidad, que suscite en todos los fieles de la gran familia del Opus Dei una renovada certeza de que el creyente, en virtud del bautismo, que lo incorpora a Cristo, está llamado a ser santo y a colaborar con su trabajo cotidiano a la salvación de la humanidad” (Roma, noviembre de 2013). Se trata, en una sintética expresión del Fundador del Opus Dei, de: “Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo”.  Vivimos en una civilización que se caracteriza por desarrollar en todos los ámbitos las más variadas actividades manuales e intelectuales entre mujeres y hombres; personas de toda clase y condición social; de todas las lenguas, razas y nacionalidades en los cinco continentes; en un mundo moderno marcado por la industrialización y el progreso técnico.
Y precisamente en nuestra época, el Señor quiso que las personas descubrieran que esa profesión o quehacer ordinario, lejos de ser ajeno o indiferente a su Voluntad Divina, sea precisamente el quicio y punto de partida donde se fundamentara su camino de plenitud de vida cristiana.
Porque la vida del hombre sobre la tierra, rara vez se desenvuelve entre sucesos extraordinarios. Lo habitual es que las personas realicen su trabajo cotidiano con absoluta normalidad. Hay quienes consideran a esas actividades como algo intrascendente y sin valor. Pero a los ojos de Dios rebosan de una enorme trascendencia, si esa labor ordinaria se hace por amor de Dios. A este respecto, escribió san Josemaría: “Conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo está fundada en el Amor… Por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor. Reconocemos a Dios no sólo en el espectáculo de la naturaleza, sino también en la experiencia de nuestra propia labor, de nuestro esfuerzo” (Es Cristo que pasa, No. 48).
Al cumplirse un aniversario más de la fundación del Opus Dei, conviene recordar también, que ese trabajo es ocasión de acercar a los colegas o compañeros de labor a Dios, para servirles y brindarles –con naturalidad- un testimonio de vida cristiana mediante un trabajo bien realizado. Precisamente en un tiempo en que, ante las actuales corrientes secularizadoras que pretenden hacer olvidar a Dios del horizonte sociocultural, urge que más personas conozcan el mensaje del Evangelio para revelarles a Jesucristo en este camino de búsqueda de la santidad dentro de los quehaceres ordinarios y como un modo específico de encontrar y amar a Dios en medio de los afanes cotidianos de este mundo.