Anunciación.- No cabe duda que la creatividad de la persona humana muestra su gran capacidad para conocer el entorno, aprovechar esos recursos tal cual son y también, transformarlos, combinarlos o enriquecerlos para beneficio personal y social. A lo largo de la historia, esos procesos, apoyados en el trabajo de los antecesores se han mejorado y ahora alcanzan niveles antes insospechados. 

Pero, cabe un peligro. Si la persona pierde su sitio esos adelantos pueden desvirtuarse y en vez de ser una ayuda pueden no serlo, debido a que llegan a desplazar a quienes los han inventado, debido a que las personas se deslumbran con ellos y viven para ellos rindiéndoles un culto inadvertido pero que, paradójicamente, esclaviza.

Tal vez, algunos de los lectores piensen que esto es una exageración. Sin embargo, los testimonios no nos dejan mentir. Es notorio que los celulares son un instrumento sensacional para la comunicación a distancia. El problema está en que por el inadecuado uso de esos aparatos, las personas han sometido la comunicación cercana e interpersonal por la distante.

Hay dos maneras de combatir esos desórdenes, el primero es lograr que las personas no se desfasen, y el segundo es aprender a dar el uso adecuado a los inventos. Para evitar el desfase de las personas, es importante reconocer que todos podemos transformar y utilizar mejor los bienes de la tierra, pero dándonos cuenta que dependemos de las propiedades de esos bienes.

Una vez ubicados, entender el para qué de los instrumentos: son una ayuda para algo concreto. Cuando los sacamos de su lugar empezamos a desordenarnos porque vivimos sometidos a ellos. Si pierden el instrumento, ya no saben qué hacer, cambia el estado de ánimo, e incluso se afectan las relaciones con los demás, estamos “de malas”.

Para lograr esos ajustes es indispensable la mejora personal, esa se logra con la práctica de las virtudes. Para este asunto las más adecuadas son: la veracidad, la humildad y la templanza. La primera nos avisa si estamos desfasándonos para corregirnos. La segunda nos enseña a ver nuestros límites, la tercera nos ayuda a usar adecuadamente los recursos.

Por Ana Teresa López de Llergo