Anunciación.-En el siglo XIX Joaquín García Icazbalceta, importante historiador católico, realizó, a solicitud del entonces arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, un estudio sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe. En sus conclusiones dice que no es factible probar la existencia del Indio Juan Diego. Su opinión se sustenta en el hecho de que Fray Juan de Zumárraga, entonces Arzobispo de México no da cuenta de aparición alguna en los escritos que dejó.
García Icazbalceta, sintió un gran pesar por no haber comprobado históricamente la veracidad de las apariciones Guadalupanas. Sin embargo la diferencia entre este y el ex Abad Shulemburg estriba en que Joaquin nunca hubiera aceptado la abadía en la Basílica de Guadalupe.
El proceso de canonización de los santos en la Iglesia Católica no ha cambiado sustancialmente desde el siglo XIII y constituye una investigación encaminada a garantizar, absolutamente, la veracidad en las aseveraciones de los testigos y la autenticidad en las pruebas presentadas. La beatificación representa el permiso para tributar culto a un siervo de Dios, de forma limitada; es decir, en una diócesis o familia religiosa.
El proceso de beatificación de Juan Diego comenzó oficialmente el 11 de febrero de 1984 y concluyó en abril de 1990, cuando la Congregación de los Santos publicó un resumen con todas las pruebas aportadas en torno de su existencia y virtud.
La pronta canonización del indio del Tepeyac tiene múltiples implicaciones en las raíces del pueblo mexicano, eminentemente guadalupano. Este es un asunto de fe que rebasa, por mucho, el pensamiento académico porque no puede explicarse solamente a través del método científico. Lo cierto es que se trata de un hecho relacionado con el sentir de todo un pueblo e incluso, rebasa el ámbito católico.
Juan Diego no es una leyenda
La fe en la Virgen de Guadalupe nos ha acompañado durante muchos siglos y con toda seguridad seguirá en el corazón de la mayoría de nosotros. Si bien es cierto que las controversias al respecto son estériles, no es menos cierto que existen numerosas e irrefutables pruebas de la existencia de Juan Diego. A continuación presentamos algunas de ellas:
La Historicidad de Juan Diego, libro del extinto presbítero Lauro López Beltrán, nos fue entregado por él mismo el 2 de diciembre de 1977. En él se hacían constar las excavaciones. El volumen de 70 cuartillas, presentado en el Centro de Estudios Guadalupanos que hoy dirige monseñor Enrique Salazar Salazar, contiene una relación de documentos probatorios. De los testimonios indígenas –los hay también españoles- los más importantes son los siguientes:
Directos.- 1º. Testamento en náhuatl de la indígena Juana Martín. Fechado el 11 de marzo de 1559.
En él se dice que en el barrio de San José Milla, o sea, en la milpa o heredad de San José, se crió el mancebo Juan Diego, el cual después se casó en Santa Cruz Tlalpac junto a San Pedro con una doncella llamada María Lucía que pronto murió. Pasado algún tiempo, por medio de él se hizo el milagro en el Tepeyac, donde la amada señora santa María cuya amable imagen vimos en Guadalupe.
2º. Nican Mopohua. Texto en náhuatl de Don Antonio Valeriano, escrito en el siglo XVI.
Este manuscrito fue publicado en 1649 por el bachiller Don Luis Lasso de la Vega, y en su primera versión española, por la Academia Mexicana de Santa María de Guadalupe, bajo el cuidado y traducción de Don Primo Feliciano Velásquez.
En él se asientan datos precisos que se refieren a la vida de Juan Diego. Este documento es considerado fundamental en la historia guadalupana y sus afirmaciones han resistido invulnerablemente los análisis de la crítica histórica.
Ante la duda de la legitimidad de los susodichos documentos de los siglos XVI y XVII, se detectó prodigiosamente el Código Escalada, probablemente en piel de venado. Es el compendio perfecto en náhuatl -de procedencia no revelada- que le fue entregada al padre Javier Escalada S.J. y disipa cualquier incógnita.
Juan Diego y el milagro médico
El día de la beatificación de Juan Diego, el 6 de mayo de 1990, el joven Juan José Barragán Silva cayó de una altura de diez metros y se destrozó el cráneo. Su madre invocó a Juan Diego. La señora Esperanza Barragán sabía que lo estaban beatificando. El muchacho sanó. Hay constancias de los médicos. En su cabeza no hay huellas de traumatismos.
Se necesitaba para elevar a los altares al indito de Cuautitlán la prueba fehaciente de su muerte y un milagro rigurosamente comprobado. Ambas cosas existen. Aunque además, está el ayate… Sujeta a rigurosas investigaciones científicas, los sabios comprobaron que la imagen quedó impresa por radiación en la tilma. De esto escribimos ampliamente con numerosas ilustraciones en la revistaImpacto cuanto la dirigía María Sojo, en 1983 y 1984. Por otra parte, nos ocupamos del hallazgo de figuras humanas en los ojos de la virgen, ¡una virgen viva! Asistimos a la conferencia de prensa que ofreció en la Capitular de la Catedral Primada de México el doctor Tonsmann, quien realizó el descubrimiento.
Las declaraciones de Schulemburg en 1995, 1996 y la carta del 3 de diciembre anterior fueron claramente desmentidas. El padre Eduardo Chávez, postulador de la causa de Juan Diego en el Vaticano, recopiló en un volumen de más de 500 páginas El Encuentro de la Virgen de Guadalupe con Juan Diego, publicado en 1999 por Porrúa y en el cual consta el Acta de Defunción del Vidente, y se hace mundialmente público el milagro comprobado de 1990.
El mismo padre Chávez es autor de otra obra: Juan Diego y la Virgen de Guadalupe, editada por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc).
La respuesta de Juan Pablo II a la última carta de Schulemburg dirigida al cardenal Sonano y al pontífice, en la que el ex Abad reitera que Juan Diego es una mera tradición y un símbolo, no un ser humano; fue firmar el Decreto de Canonización.
Datos importantes de las apariciones
Las apariciones ocurrieron entre el 19 de noviembre y el 12 de diciembre de 1531. la Guadalupana se presenta ante Juan Diego, un humilde campesino indígena.
Su imagen queda grabada de manera milagrosa en un lienzo que llevaba Juan Diego, beatificado por el Papa Juan Pablo II.
En 1920 el Papa Pío X proclamó a la Virgen como La Celestial Patrona de América Hispana. Desde entonces se profundizó su veneración.
Se calcula que entre 15 y 20 millones de personas visitan su templo cada año, en al menos seis mil peregrinaciones.
Durante la Colonia, la población indígena comenzaba a vivir el sincretismo religioso, la Virgen Morena tuvo gran acogida entre la gente. Más tarde fue estandarte de los criollos en las luchas independentistas para trasformarse después en un icono nacional.