Anunciación.- Después de todo, la abuela tenía razón. Ahora que ya está muerta y bien muerta, no puedes evitar que vengan a la mente los latigazos de sabiduría que a manera de refranes te previnieron de muchas de las idioteces que has hecho -que hemos hecho- y de las que estás, y estamos, por hacer.  

Es una forma alternativa de ver a tu abuela, más allá del chocolate con leche, de los mimos antes de dormir, del molito que le salía de rechupete, del pan recién horneado, de los huevitos motuleños, de la mano tibia que era tan natural compañía durante tu infancia.

 

Quizá en realidad las abuelas son aves de agüero, buen agüero, hechiceras del bien, que se presentan en tu vida para conjurar lo que la vida te da a palos, lo que a veces tus padres por negligencia, ignorancia, o simplemente por mala sangre, te sambutieron por los ojos y por el hocico en una infancia feroz e infernal. Hechiceras del bien, las abuelas, para enseñarte que no importa cuánto se ensañe la vida contigo, siempre hay un sitio donde guarecerse, así tan seguro y calientito como el regazo de la abuela.

 

La abuela ya murió y está bien muerta. Pero también existió en tu infancia para mandarte ese mensaje desde el futuro. Sí, leíste bien, no del pasado, de sus historias, anécdotas y formas rancias y antiguas. Sino en una suerte de emisario del porvenir -como el doctor Emmett Brown y Marty McFly-, que con acertijos te dio sin que te enteraras mucho, la clave para que la riegues un poco menos, para que te aproximes un poco más al sueño, a lo que de niño creíste que podías ser, para que seas fiel, -si ya no a un hombre o a una mujer, a una religión,– al menos a ti mismo, a tus escrúpulos, a tu ser.

 

“La letra con sangre entra”. Pero no como lo malinterpretamos con las limitaciones a nuestra imaginación y cultura y pensando absurdamente que se refería la abuela a bofetadas, reglazos, varazos en las corvas. Ni yendo ahora a extremo a contrarrestar nuestro equivocado entendimiento que intenta justificar todos los errores de desempeño, los abusos de la conducta sin límites, demostrando nuestra ignorancia al verbalizar que amor es dar trofeos por participar aunque no ganes, ser amigo de los hijos, jamás exigirles disciplina, rigor técnico, responsabilidad de sus actos y cara para las consecuencias.

De eso hablaba la abuela muerta, de asumir con pundonor la responsabilidad de prepararte, con esfuerzos y sacrificios para saber más y tener al menos la aptitud de digerir la vida, fundar un núcleo familiar, no regalar por crédulo tu voto, ni tu inocencia, ni tu firma como fiador.

 

Sí, hubiera dicho tu abuela muerta, que precisamente lo más feo es lo que más trabajo da, porque es lo que forma, lo que te da la espina dorsal necesaria para construir un país distinto, para pelear por lo justo, defender tu derecho a desarrollarte y ser feliz.

 

“Donde hay confianza da asco”, pero para mantener la dignidad, el decoro y el respeto a pesar de sentirte del barrio, o de la casa o la pandilla, a pesar de la privacidad de un chat, del efímero poder que te da ser jefe de un muchacho, de una mujer, a pesar de poder reprobar a tu alumno, a pesar de ser tú quien mantienes a tu esposa, o a tu hija, o a tu padre.

 

“Candil de la calle oscuridad de tu casa”, en un sentido mucho más íntimo y menos publicitario, que excluye los memes de felicidad, los absurdos decretos pedestres y la presunción de qué tan feliz e íntegro eres en la intimidad del Facebook. Como una premisa de congruencia que siempre funciona, que nunca falla.

 

“En casa del herrero azadón de palo”, te hubiese dicho tu abuela cuando pareces tan “girito” y profesional dando consejos y oficiando de profesionista, pero no tienes la mínima decencia de predicar con el ejemplo en tu casa para compartir el lavado y el planchado con tu esposa, cuando hablas de igualdad pero eres un descastado que explota a su mujer en labores no remuneradas que debiesen ser una responsabilidad colectiva.

 

“El que duerme con niños amanece mojado”, y sigues sin tener la asertividad mínima e indispensable de elegir a tus socios, la empresa en la que trabajas, tus amigos, parejas o partidos políticos que determinan tu verdadera forma de ser. “Dime con quién andas y te diré quién eres”

 

“No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”, ¿quieres? Considera a los demás si quieres ser considerado. Piensa en que muchos viven, se benefician o lamentan tus actos. El ego que te aparta, te vuelve arisco y extremadamente aislado. Las amistades electrónicas desde la comodidad de tu móvil, encerradas en la frase cliché, perdidas en el abismo de tu soledad.

La abuela muerta, muy muerta lo dijo, y bien claro. Con toda seguridad, como un presagio de lo que hoy eres y lo que acabarás siendo. Pero bueno, no todos recordamos a las abuelas muertas ni a los Marty McFly que la vida a veces nos regala.

 

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