Anunciación.- Comienza la llamada “Cuesta de Enero” y no faltan personas que se quejan que les resulta difícil y costoso recomenzar las labores cotidianas después de unas vacaciones con tantas fiestas, viajes y festejos.
Pero el quehacer humano es lo habitual, lo ordinario. Es el trabajo fecundo y creador fuente de sustento de la propia familia y de la ilusión profesional. El entusiasmo por realizar las actividades diarias comienza por ser como una poderosa fuerza motivadora y termina convirtiéndose en ese dinamismo operativo avasallador, caracterizado por una firme determinación de acometer las metas fijadas para el nuevo año que comienza.
Pero para ello se requiere ejercitar la fuerza de voluntad. Determinarse es querer con hechos y de verdad. La persona debe vencer la pereza, la desgana, la dispersión, las inclemencias del tiempo, las enfermedades, los achaques y todos los obstáculos que se puedan presentar en el devenir de la existencia humana.
La firme voluntad, entonces, es el centro de la personalidad. “Un hombre que quiera tener una cabeza de hielo y los brazos de hierro –escribe Rafael Llano Cifuentes- debe primeramente tener una voluntad de acero”.
Y es que la forja de la personalidad gira en torno a la fortaleza que ayuda eficazmente a crecer en virtudes y vencer los propios fallos o defectos. No caben las actitudes inseguras, tímidas o susceptibles.
Quien no tiene cimientos firmes cae en lo que se denomina la conducta “camaleónica”. Es decir, ese tipo de personas fácilmente vulnerables, que se rinden a la primera adversidad y que se acomodan a la situación del ambiente laboral o social. Con esta actitud, justifican su falta de resultados o su apatía en el trabajo con la cómoda excusa de que “todo el mundo hace lo mismo”. El mimetismo es el arma que los protege de su fragilidad.
¿Cuál es el motor que mueve los grandes ideales de la existencia humana? El amor. Es preciso levantar el corazón, elevándolo por encima de ese mundo puramente emocional. Es necesario dar al corazón un amor grande, que supere los egoísmos, hasta llegar a ese amor que se resume en realizar las cosas por amor a Dios, a la familia, a los demás, a la institución o empresa en que se labora, a la comunidad en que se vive, a la Patria…
Fortaleza, constancia, determinación, paciencia para superar las dificultades y coraje para vencer las adversidades son conceptos inseparables para enreciar el carácter y tener una personalidad firme, congruente y definida. Sólo así se consiguen los nobles ideales de la vida.