Anunciación.-A lo largo de la historia encontramos que fuera del hogar el protagonismo del varón es evidente. Por eso, fue legítima la lucha para conseguir el voto de la mujer, el empleo fuera de la casa, y un sin número de aspectos que se han ido alcanzando. Aún faltan, por ejemplo la equidad en los salarios, el peso que se da a muchas de sus propuestas, y aún faltan bastantes temas. Además, hay muchos países en que todavía hay un tremendo rezago o prácticamente no han asumido esos avances.

El asunto de fondo está en que tampoco podemos estar recordando todas las vejaciones que se pudieron cometer y fomentar la venganza. Eso a las primeras que les hace daño es a las mujeres y luego a los demás porque provocamos el espíritu de revancha. Hemos de reflexionar y ver si lo que procede es una postura femenina o una postura feminista.

La postura femenina reconoce la valía de toda mujer, con sus peculiaridades que se concretan en cada una y, con los aspectos básicos que son para todas –nos guste o no- e influyen en el mundo: su biología, su psicología y su espiritualidad –lo reconozcamos o lo neguemos-.

Lo contundente e independiente de cualquier postura, educación o creencia, nos lo dice la ciencia y el sentido común. La biología está a la vista en la estructura corpórea y en las funciones de los órganos. La psicología muestra una sensibilidad inclinada a la ternura; con un corazón empático abierto a todo y a todos, para asumir los sentimientos de quienes están cerca. La espiritualidad es más serena y detallista.

Al feminismo no le interesa la feminidad y por lo tanto, niega las aportaciones de la ciencia y del sentido común. Busca la liberación de la mujer a costa de negar lo que es y lo que le compete. E incuso quien se acepta como mujer ya pasa a un segundo plano pues las que importan ahora son las lesbianas, las transexuales y un largo etcétera. La maternidad y los papeles desempeñados por las mujeres son asuntos del pasado, ahora los consideran anacrónicos.

La auténtica defensa de la mujer es reconocerla como es, y sobre todo su capacidad para la maternidad –concebir y engendrar vida-. La auténtica libertad es esta y  no la de pretender liberarla de su maternidad o de forzarla a actuar contra su feminidad. Por eso no encontramos respuesta a las siguientes preguntas: ¿Quién apoya a las mujeres que desean ser madres sin dejar su carrera profesional? ¿Quién valora la decisión de dedicarse sólo a su familia?