Un antes y un después
Por: Ana Teresa López de Llergo
Toda crisis nos deja una huella y según el modo como la hayamos afrontado así será el primer impulso para recorrer el futuro. En toda vida encontramos muchas crisis, eso nos debe llevar a recapacitar en su función. Hay unas que son ley de vida, otras aparecen integradas a los retos propios del desarrollo.
Por ejemplo, cuando nacemos afrontamos la primera crisis. De estar en el vientre materno con un entorno natural seguro, salimos al mundo y con dolor desplegamos los pulmones y nos adaptamos a otros múltiples estímulos: clima, sensaciones, etcétera. Hay incertidumbre, pero todo es necesario para crecer. Sin embargo, siempre contamos con la ayuda de los demás.
Además de las crisis habituales de nuestra vida, ahora todos sufrimos una pandemia. Para salir mejor de esta crisis hemos de ayudarnos, ejercitando la solidaridad, esto implica mucho más que unos cuantos actos esporádicos de generosidad: requiere estar atentos a las necesidades de los demás y dispuestos a llevar a cabo actos concretos de ayuda mutua.
Hablamos de un antes y un después. Realmente eso es inexacto, siempre y en todo hay una antes y un después, pero ahora iniciamos un después más profundo, se trata de poner en práctica una mentalidad que piense en los demás, en asumir la realidad de que formamos parte de una comunidad, con ella compartimos logros y fracasos. Salirnos de la indiferencia para compartir los bienes, aplicando la justicia.
Ya urge abandonar el individualismo. Ya no podemos ser indiferentes ante los problemas de los demás: el hambre, el espectro de la enfermedad, la ignorancia, la falta de trabajo, la inseguridad, la violencia, la soledad. Todo ello es fruto de muchos vicios que ya no debemos consentir. Hemos de poner lo que esté de nuestra parte para desterrar la mentira que propicia calumnias e injusticias, el robo que quita a los demás lo suyo, el asesinato que destruye lo más valioso como es la propia vida.
Para este proyecto, hemos de empezar cada uno a poner medios y cambiar. Luego, estar atentos a las decisiones del gobierno, asumir las adecuadas, y pedir, de inmediato, la rectificación de las inadecuadas. Además, participar en las dinámicas sociales que puedan surgir para forjar nuevas solidaridades. Necesitamos reinventarnos para el bien ser y el bien hacer.