Mensajes subliminales
Por: Ana Teresa López de Llergo
Conviene detenernos en el modo como nos influyen los múltiples y veloces mensajes que recibimos. Se trata de dialogar del mejor modo con esos contenidos, esto es saber aprovecharlos para mejorar nuestros conocimientos y a partir de ellos actuar con responsabilidad. Sabremos damos cuenta de lo que hacemos y advertimos nuestra influencia.
La postura debe ser abierta, quien se recluye por miedo es cobarde. En principio es aceptable sentir miedo ante lo que nos supera, pero la actitud correcta es formar el criterio mediante el estudio –se puede investigar en buenos libros-, y el consejo de buenos y sabios maestros. Así podremos discriminar los mensajes valiosos de los que inducen a la degradación. A la vez es importante detectar algunos mensajes que no son directamente del tema tratado, pero que van influyendo sin advertirlo, son los mensajes subliminales.
Además, conviene distinguir los contenidos y el modo atractivo de presentarlos. Una persona superficial se deja atrapar por las presentaciones divertidas, bonitas, ingeniosas y entonces admiten lo que exponen sin advertir si es falso o nocivo. Aunque lo mejor es exponer los buenos contenidos de una manera clara y bella porque se facilita el aprendizaje.
También se ha de saber distinguir lo que es opinable de lo que es esencial. Lo esencial manifiesta cómo son las cosas y eso no admite modificaciones. Lo opinable es mucho más amplio y variado porque consiste en expresar el modo de utilizar esas cosas. Por ejemplo, un armario es armario, eso es esencial. Pero se pueden guardar en ese armario muy diversos objetos y en muy variado orden, eso es opinable.
Es peligroso dejarse llevar por la opinión general, lo que piensan todos y se impone de modo artificial. Los jóvenes dicen: lo hacen todos, es lo que piensan todos, etc. Están en los medios de comunicación. Desgraciadamente en esos programas de opinión se habla y discute, pero, a veces, en contra de las buenas costumbres. Se presentan conductas como los amoríos fugaces de la gente de la farándula, y de tanto verlo acaban pensando que eso está bien.
La propaganda comercial que podría ser abierta e inocente, se aprovecha para cambiar las convicciones y las costumbres. Eso es subliminal. Por ejemplo: se superponen imágenes para llevar a ser gente inclusiva: un chico con síndrome de Down, una mujer que juega fútbol, otra mujer sencilla y una pareja gay haciendo el amor.
Para poner las cosas en su real peso y medida, conviene dialogar, reflexionar y forjar convicciones que sepan explicar por qué no todo tiene la misma connotación.