Unión familiar

Formación familiar durante el confinamiento

27 mayo, 2020

Por: Adriana García Ruiz

En estos tiempos, en que las familias hemos tenido que estar en confinamiento, la educación familiar toma una perspectiva diferente; el tiempo de convivencia ha aumentado, la forma de relacionarnos también ha cambiado, las madres y padres de familia han cambiado sus rutinas y las responsabilidades han dado de diversas formas un giro de 180 grados.

Debido a estos cambios, han surgido cosas maravillosas en la familia, más unión, convivencia, se han resaltado valores a los que tal vez antes no se le daba importancia. También se ha visto el otro lado de la moneda, en la que la impotencia, la desesperación, la violencia, las preocupaciones han aumentado; debido a esto es que la educación familiar necesita ser revalorada, enfocada al servicio, al amor, a la ayuda mutua; fomentar una educación basada en la disciplina con amor, autoridad servicio, respeto, libertad, comprensión y optimismo.

 

Si tomamos en cuenta que cada persona vive y experimenta de muy distinta forma el confinamiento, la actitud ante esto es variada; las emociones y sentimientos ante la pandemia son expresadas de distinta forma. Lo vivimos y vemos desde diferente perspectiva. Esta situación lo hace complicado; por ello es que es muy importante recordar qué es y quién es la persona para, desde esta comprensión, darle a cada miembro de la familia su justo valor y dignidad.

La persona es única, irrepetible, indeterminada e inacabada; lo que quiere decir es que nadie puede ser igual que otro; cada uno tenemos características y dones distintos; no podemos pretender que los demás miembros de la familia actúen, piensen, sientan de igual forma. Al no estar determinados, cada situación nueva nos obliga a adaptarnos y a reaccionar de formas inesperadas, tal vez hasta incomprensibles para nosotros mismos. La persona, al ser inacabada, es perfectible. Y aquí la importancia de la comprensión, el amor y la formación familiar.

La persona está compuesta por tres dimensiones en una sola: La dimensión espiritual, compuesta por la inteligencia y la voluntad; la dimensión afectiva, que está formada por los sentimientos y emociones que integran la afectividad; y, por último, la corporalidad, siendo esta nuestra tendencia instintiva.

Ninguna de estas dimensiones es independiente de la otra; por ejemplo, la corporalidad es el instrumento con el que expresamos nuestro interior, la corporalidad es lo que nos permite ver el alma, es la expresión máxima de nuestros, sentimientos, emociones, pensamientos y afectos.

Por ello es que un abrazo, una palabra de aliento, una expresión de amor a través de un detalle nos habla del amor y nos hace sentir reconocidos, valorados y dignos, y eleva nuestra autoestima; por el contrario, un grito, una ofensa, un golpe, nos dice que no somos amados, respetados, valorados; ya que quien expresa el amor o la violencia es el alma del ser, que toca el alma del otro ser.

Cada miembro de la familia tiene la necesidad de atención, aceptación, aprobación, afecto y amor; estos son los 5 alimentos del alma. Cuando esto no es cubierto o satisfecho se inicia el proceso de inanición afectiva, de tristeza, soledad y baja autoestima.

¿De qué manera querido lector, se te ocurre que puedas satisfacer estos 5 alimentos que mantendrán vivos y felices a cada uno de los miembros de tu familia? ¿De qué forma y con qué medios puedes alimentar a tus seres queridos en cuanto a sus tres dimensiones?

Se dice: “No sólo de pan vive el hombre”. Es aquí, en donde tu creatividad, tu genialidad, tu inteligencia, tu voluntad y afectividad serán las herramientas necesarias que te ayudarán a cubrir o satisfacer esos 5 alimentos indispensables para nutrir a cada uno de los miembros de tu familia.

El exceso de convivencia y más cuando no estamos acostumbrados, puede ser motivo de pleitos, de intolerancia, de desesperación. Cada miembro de familia necesita de alguna forma un tiempo y un espacio consigo mismo, en soledad. Como padres de familia debemos buscar la forma más adecuada para que esto sea posible.

En los tiempos de convivencia, el buen humor, la comprensión, el respeto, la paciencia, deben ser virtudes que afloren y que procuren la sana convivencia. De suma importancia es mantener la constancia en la práctica de estos valores y, asimismo, la coherencia en el sentir, en el pensar, en el hablar y en el hacer; esta coherencia favorece el prestigio como autoridad familiar. La incoherencia es motivo de confusión, de desarraigo y de desvalorización hacia la autoridad.

Cuando no somos coherentes como autoridad familiar, las consecuencias en la conducta de los hijos son: la rebeldía, el berrinche, sentimientos de ser tratado con injusticia, las faltas de respeto, la incomprensión, y lo más grave es que los hijos perciben en la incoherencia, falta de amor, afecto, desaprobación o rechazo e incomprensión.

El confinamiento durará un corto tiempo en comparación al tiempo de vida, durará muy poco, pero los recuerdos que queden de este tiempo pueden perdurar para toda la vida. Nuestras historias, nuestros recuerdos y experiencias, son parte fundamental en nuestra vida como adultos. Lo que hoy vivan nuestros hijos, lo que experimenten en su afectividad, se verá reflejado en su actuar, pensar y vivir.

– “Siempre estás molestando”

– “Estoy harta de ti”

– “Cada día estas más insoportable”

– “Así nadie te va a querer”

– “Ya no te quiero”

– “Eres odioso”

Si nuestros hijos se quedan en el alma con frases como estas, grabadas en su corazón y experiencia de vida, trascenderá de forma negativa en su auto confianza, su seguridad, su auto concepto, su auto imagen, su auto valoración, su auto aceptación y su autoestima; ya que damos sentido y significado a nuestra vida a través del lenguaje, así como también generamos posibilidades o bloqueos en nuestras vidas a través de la comunicación.